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martes, 9 de octubre de 2012
Tutankamón padecía de pechos femeninos, descubre reciente estudio
El Cairo, Egipto. El nombre del faraón egipcio Tutankamón resulta conocido a pesar de los años transcurridos desde su deceso, lo que se ignoraba hasta el presente es que tenía pechos femeninos, acorde con un reciente estudio.
Una pesquisa científica difundida aquí asegura que el rey, muerto en plena adolescencia, sufría de una forma hereditaria de epilepsia que hizo que le crecieran pechos anormales en un varón.
Un cirujano británico, Hutan Achafrian, acaba de revelar en Londres que tiene la clave del fallecimiento del faraón a edad muy temprana, un tema que ha intrigado a los arqueólogos a lo largo de siglos.
El galeno fue más lejos y aseguró que cuando Tutankamón pasó al reino de los muertos "mostraba un físico claramente femenino" debido, según su hipótesis, a que sus lóbulos temporales estaban conectados con zonas del cerebro que participan en la liberación de hormonas ligadas al desarrollo sexual, una enfermedad que padecían sus antecesores y que explica muchas muertes precoces.
La endogamia era común en el Egipto antiguo y en monarquías posteriores en todo el mundo, lo que explica las taras mentales y físicas que en ocasiones muestran los vástagos de algunas familias reales y de la nobleza, cuya conducta resulta inexplicable para nosotros los plebeyos.
Esa condición explicaría los grandes pechos faraónicos o senos, si a eso vamos, que deben haber sido perceptibles bajo la ligera túnica de uso común en la época, cuando en Egipto tal vez no hacía el mismo calor que ahora, pero el clima era sin dudas tórrido aunque no existiera el agujero en la capa de ozono.
Como están las cosas, es posible que semejante enfermedad sea vista como una bendición para algunas mujeres, tan inconformes con el tamaño de sus senos que son capaces de someterse a implantes quirúrgicos a veces arriesgando sus vidas.
Pero la situación debe haber sido difícil para un faraón, cuya palabra era ley y al que no se debía mirar nunca a los ojos so pena de muerte, y más compleja aún para cortesanos curiosos que tratarían de echarle un vistazo a los senos del rey, que tal vez hayan sido causa de chascarrillos más o menos vitriólicos.
El caso comportaba un riesgo añadido pues, al margen de la discreción con que se cuchicheara sobre los senos faraónicos, si es que ocurría, nunca ha sido sabio, ni saludable, reírse de un dios viviente por muy grandes que tenga los pechos.
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