Buscar articulos en este Blog. Por ejemplo, Juan Pablo Duarte

Mostrando entradas con la etiqueta documentos historicos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta documentos historicos. Mostrar todas las entradas

viernes, 31 de agosto de 2012

José Martí. "Carta a Manuel Mercado. 18 mayo 1895."

Carta a Manuel Mercado


Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895

Señor. Manuel Mercado.

Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir: ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía, y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber- puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo-de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias pª alcanzar sobre ellas el fin.

Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos, -como ese de Vd. , y mío, -más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q. los desprecia, - les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos. Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas;-y mi honda es la de David.

Ahora mismo; pocos días hace, al pie de la victoria con que los cubanos saludaron nuestra salida libre de las sierras en que anduvimos los seis hombres de la expedición catorce días, el corresponsal del Herald, q. me sacó de la hamaca en mi rancho, me habla de la actividad anexionista, menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación, que por disfraz cómodo de su complacencia o sumisión a España, le pide sin fe la autonomía de Cuba, contenta sólo de que haya un amo, yankee o español, que les mantenga, o les cree, en premio de su oficio de celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante, -la masa mestiza, hábil y conmovedora, del país, -la masa inteligente y creadora de blancos y negros.
Y de más me habla el corresponsal del Herald; Eugenio Bryson:- de un sindicato yankee, -que no será, -con garantía de las Aduanas, harto empeñadas con los rapaces bancos españoles pª q. quede asidero a los del Norte, -incapacitado afortunadamente, por su entrabada y compleja constitución política, para emprender o apoyar la idea como obra del gobierno.
Y de más me habló Bryson, -aunque la certeza de la conversación que me refería, sólo la puede comprender quien conozca de cerca el brío con que hemos levantado la revolución, -el desorden, desgano y mala paga del ejército novicio español, -y la incapacidad de España pª allegar, en Cuba o afuera, los recursos contra la guerra q. en la vez anterior sólo sacó de Cuba:-Bryson me contó su conversación con Martínez Campos, al fin de la cual le dio a entender este q. sin duda, llegada la hora, España preferiría entenderse con los E. Unidos a rendir la Isla a los cubanos:-Y aún me habló Bryson más: de un conocido nuestro, y de lo q. en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, pª cdo. el actual presidente desaparezca, a la presidencia de México.

Por acá, yo hago mi deber. La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles anexionistas a que sólo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha venido a su hora en América, para evitar, aún contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana. -Y México-¿no hallará modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende? Sí lo hallará, -o yo se lo hallaré.

Esto es muerte o vida, y no cabe errar. El modo discreto es lo único que se ha de ver. Ya yo lo habría hallado y propuesto. Pero he de tener más autoridad en mí, o de saber quien la tiene, antes de obrar o aconsejar. Acabo de llegar. Puede aún tardar dos meses, si ha de ser real y estable, la constitución de nuestro gobierno, útil y sencillo. Nuestra alma es una, y la sé, y la voluntad del país; pº estas cosas son siempre obra de la relación, momento y acomodos.

Con la representación que tengo, no quiero hacer nada que parezca extensión caprichosa de ella. Llegué, con el General Máximo Gómez y cuatro más, en un bote, en que llevé el remo de proa bajo el temporal, a una pedrera desconocida de nuestras playas; cargué, catorce días, a pie por espinas y alturas, mi morral y mi rifle, -alzamos gente a nuestro paso; siento en la benevolencia de las almas la raíz de este cariño mío a la pena del hombre y a la justicia de remediarla; los campos son nuestros sin disputa, a tal punto que en un mes sólo he podido oír un fuego; y a las puertas de las ciudades, o ganamos una victoria, o pasamos revista, ante entusiasmo parecido al fuego religioso, a tres mil armas; seguimos camino, al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro, y debe renovar, conforme a su estado nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas.

La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas q. antes le opuso una Cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de su republicanismo, o los celos, y temores de excesiva prominencia futura, de un caudillo puntilloso o previsor; pero quiere la revolución a la vez sucinta y respetable representación republicana, -la misma alma de humanidad y decoro, llena del anhelo de la dignidad individual, en la representación de la república, que la que empuja y mantiene en la guerra a los revolucionarios.

Por mí, entiendo que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella, y sé cómo se encienden los corazones, y cómo se aprovecha para el revuelo incesante y la acometida el estado fogoso y satisfecho de los corazones. Pero en cuanto a formas, caben muchas ideas: y las cosas de hombres, hombres con quienes las hacen. Me conoce. En mí, sólo defenderé lo que tenga yo por garantía o servicio de la revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. -Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros.

Y ahora, puesto delante lo de interés público, le hablaré de mí, ya que sólo la emoción de este deber pudo alzar de la muerte apetecida al hombre que, ahora que Nájera no vive donde se le vea, mejor lo conoce, y acaricia como un tesoro en su corazón la amistad con que Vd. lo enorgullece. Ya sé sus regaños, callados, después de mi viaje. ¡Y tanto q. le dimos, de toda nuestra alma, y callado él! ¡Qué engaño es este y qué alma tan encallecida la suya, que el tributo y la honra de nuestro afecto no ha podido hacerle escribir una carta más sobre el papel de carta y de periódico que llena al día¡[…]

Hay efectos de tan delicada honestidad

miércoles, 22 de agosto de 2012

Primera Independencia de Dominicana

Independencia efímera, Diciembre 1, 1821


Se conoce como Independencia efímera al período de la historia de la República Dominicana que transcurre entre la proclamación del Estado Independiente del Haití Español el 1 de diciembre de 1821 y su anexión a la República de Haití el 9 de febrero de 1822 debido a una ocupación del ejército haitiano encabezado por Jean Pierre Boyer. 
La denominación "efímera" se debe precisamente al corto espacio de tiempo durante el cual se mantuvo la independencia, apenas dos meses y ocho días.
Fue proclamada por un sector de la pequeña burguesía urbana, liderada por el político y académico José Núñez de Cáceres, quien creía en la Gran Colombia de Simón Bolívar.
Haiti y Santo Domingo en 1821.  


Desde 1809, la entonces colonia española de Santo Domingo, sufría una gran crisis económica. A este período se le conoce como España Boba, pues la metrópoli no podía atender a su colonia por los problemas que atravesaba (invasión napoleónica y movimientos independentistas en toda la América española). A estos hechos se le sumaban el agotamiento de las riquezas de Santo Domingo y el poco estímulo para la producción de otros bienes.
Ante esta situación de crisis económica, se produce de inmediato un gran descontento en toda la población de la colonia, por lo que de inmediato el escritor criollo José Núñez de Cáceres forma un grupo para conspirar contra esta situación y lograr la independencia del país de España.
Para mediados de noviembre de 1821, surge un nuevo movimiento en las zonas fronterizas con Haití, con el propósito de derrocar al Capitán General, que gobernaba Santo Domingo en nombre del Rey de España, y de incorporar la colonia española al territorio haitiano. Este movimiento, desde sus inicios estuvo integrado por la clase media y pobre de la colonia, así como pequeños comerciantes, mulatos propietarios y algunos sectores importantes de los hateros.
El movimiento pudo extenderse hacia otras poblaciones de la región Sur y Cibao, también algunas personas de todas las clases sociales se unieron, por lo que el proyecto de Núñez de Cáceres quedó aislado. Por esta razón, Núñez de Cáceres se vio obligado a apresurar el golpe de Estado al gobernador colonial Pascual Real I.


Declaración de independencia


El 1 de diciembre de 1821, Núñez de Cáceres logra derrocar al gobernador, proclamando así el nuevo estado bajo el nombre de Estado Independiente del Haití Español. 

La noticia de inmediato fue conocida en España y Núñez tuvo grandes represalias, no solo en España sino también en Haití y los dirigentes del movimiento fronterizo, dejando sin apoyo al nuevo Estado.
Debido a esto, Núñez de Cáceres se vio obligado a buscar ayuda de otros países para defender la reciente nación de Haití Español; Núñez buscó la ayuda de Simón Bolívar, pero este no aceptó, debido a que se encontraba combatiendo en Ecuador y por que no podía traicionar al gobierno haitiano, ya que este le ayudó durante su exilio en este país. 

Núñez recibió una carta del presidente haitiano Jean Pierre Boyer, donde le comunicaba su interés y la importancia de la unificación de los dos pueblos, convirtiéndola en un solo Estado.

Núñez de Cáceres al no recibir el suficiente apoyo de los sectores más importante de Santo Domingo, se vio en la obligación de ponerse bajo la protección de las leyes de la República de Haití.  Por lo que el 9 de febrero de 1822, el presidente Boyer toma posesión de Santo Domingo, iniciándose así el periodo de la unificación de la isla de Santo Domingo que duraría veintidós años.


martes, 21 de agosto de 2012

Carta al General Máximo Gómez


New York, 20 de octubre de 1884

Señor General Máximo Gómez


New York

Distinguido General y amigo:

Salí en la mañana del sábado de la casa de Vd. con una impresión tan penosa, que he querido dejarIa reposar dos días, para que la resolución que ella, unida a otras anteriores, me inspirase, no fuera resultado de una ofuscación pasajera, o excesivo celo en la defensa de cosas que no quisiera ver yo jamás atacadas, -sino obra de meditación madura:- ¡qué pena me da tener que decir estas cosas a un hombre a quien creo sincero y bueno, y en quien existen cualidades notables para llegar a ser verdaderamente grande!- Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que Vd. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente; y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta, y más grave difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo.

¡Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento; y cuando en los trabajos preparativos de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos ]os recursos de fe y de guerra que levante el espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Vds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra? -Si la guerra es posible, y los nobles y legítimos prestigios que vienen de ella, es porque antes existe, trabajado con mucho dolor, el espíritu que la reclama y hace necesaria: y a ese espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en todo acto público y privado, el más profundo respeto -porque tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida.- El dar la vida sólo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente.

Ya lo veo a Vd. afligido, porque entiendo que Vd. procede de buena fe en todo lo que emprende, y cree de veras, que lo que hace, como que se siente inspirado de un motivo puro, es el único modo bueno de hacer que hay en sus empresas. Pero con la mayor sinceridad se pueden cometer los más grandes errores; y es preciso que, a despecho de toda consideración de orden secundario, la verdad adusta, que no debe conocer amigos, salga al paso de todo lo que considere un peligro, y ponga en su puesto las cosas graves, antes de que lleven ya un camino tan adelantado que no tengan remedio. Domine Vd., General, esta pena, como dominé yo el sábado el asombro y disgusto con que oí un importuno arranque de Vd. y una curiosa conversación que provocó a propósito de él el General Maceo, en la que quiso, -¡locura mayor!- darme a entender que debíamos considerar la guerra de Cuba como una propiedad exclusiva de Vd., en la que nadie puede poner pensamiento ni obra sin cometer profanación, y la cual ha de dejarse, si se la quiere ayudar, servil y ciegamente en sus manos. ¡No: no, por Dios!: -¿pretender sofocar el pensamiento, aun antes de verse, como se verán Vds. mañana, al frente de un pueblo entusiasmado y agradecido, con todos los arreos de la victoria? La patria no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto sólo en espíritu, de quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia.

A una guerra, emprendida en obediencia a los mandatos del país, en consulta con los representantes de sus intereses, en unión con la mayor cantidad de elementos amigos que pueda lograrse; a una guerra así, que venía yo creyendo -porque así se la pinté en una carta mía de hace tres años que tuvo de Vd. hermosa respuesta,- que era la que Vd. ahora se ofrecía a dirigir; -a una guerra así el alma entera he dado, porque ella salvará a mi pueblo;- pero a lo que en aquella conversación se me dio a entender, a una aventura personal, emprendida hábilmente en una hora oportuna, en que los propósitos particulares de los caudillos pueden confundirse con las ideas gloriosas que los hacen posibles; a una campaña emprendida como una empresa privada, sin mostrar más respeto al espíritu patriótico que la permite, que aquel indispensable, aunque muy sumiso a veces, que la astucia aconseja, para atraerse las personas o los elementos que puedan ser de utilidad en un sentido u otro; a una carrera de armas por más que fuese brillante y grandiosa; y haya de ser coronada por el éxito, y sea personalmente honrado el que la capitanee;- a una campaña que no dé desde su primer acto vivo, desde sus primeros movimientos de preparación, muestras de que se la intenta como un servicio al país, y no como una invasión despótica; -a una tentativa armada que no vaya pública, declarada, sincera y únicamente movida, del propósito de poner a su remate en manos del país, agradecido de antemano a sus servidores, las libertades públicas; a una guerra de baja raíz y temibles fines, cualesquiera que sean su magnitud y condiciones de éxito -y no se me oculta que tendría hoy muchas- no prestaré yo jamás mi apoyo -valga mi apoyo lo que valga,- y yo sé que él, que viene de una decisión indomable de ser absolutamente honrado, vale por eso oro puro,- yo no se lo prestaré jamás.

¿Cómo, General, emprender misiones, atraerme afectos, aprovechar los que ya tengo, convencer a hombres eminentes, deshelar voluntades, con estos miedos y dudas en el alma? -Desisto, pues, de todos los trabajos activos que había comenzado a echar sobre mis hombros.

Y no me tenga a mal, General, que le haya escrito estas razones. Lo tengo por hombre noble, y merece Vd. que se le haga pensar. Muy grande puede llegar a ser Vd. -y puede no llegar a serlo. Respetar a un pueblo que nos ama y espera de nosotros, es la mayor grandeza. Servirse de sus dolores y entusiasmos en provecho propio, sería la mayor ignominia. Es verdad, General, que desde Honduras me habían dicho que alrededor de Vd. se movían acaso intrigas, que envenenaban, sin que Vd. lo sintiese, su corazón sencillo, que se aprovechaban de sus bondades, sus impresiones y sus hábitos para apartar a Vd. de cuantos hallase en su camino que le acompañasen en sus labores con cariño, y le ayudaran a librarse de los obstáculos que se fueran ofreciendo -a un engrandecimiento a que tiene Vd. derechos naturales. Pero yo confieso que no tengo ni voluntad ni paciencia para andar husmeando intrigas ni deshaciéndolas. Yo estoy por encima de todo eso. Yo no sirvo más que al deber, y con éste seré siempre bastante poderoso.

¿Se ha acercado a Vd. alguien, General, con un afecto más caluroso que aquel con que lo apreté en mis brazos desde el primer día en que le vi? ¿Ha sentido Vd. en muchos esta abundancia de corazón que me dañaría tanto en mi vida, si necesitase yo de andar ocultando mis propósitos para favorecer ambicioncillas femeniles de hoy o esperanzas de mañana?

Pues después de todo lo que he escrito, y releo cuidadosamente, y confirmo, -a Vd., lleno de méritos, creo que lo quiero:- a la guerra que en estos instantes me parece que, por error de forma acaso, está Vd. representando, -no:-

Queda estimándole y sirviéndole,

José Martí